•  Team ESA Lima 2019

Un día en la villa Panamericana

Agosto 1, 2019-

El Salvador vive en El Salvador. Literalmente. La Villa Panamericana, donde se alojan los deportistas de las 41 delegaciones, está ubicada en el distrito Villa El Salvador, probablemente una de las zonas más carenciadas de Lima, pero que seguramente adquirirá plusvalía después de estos Panamericanos.

Se trata de un enorme complejo habitacional que comprende 1,096 departamentos, los cuales están divididos en siete torres de 20 pisos cada una. El complejo costó 180 millones de dólares. Tras los juegos, los apartamentos se pondrán en venta, pero hay algunos que ya tienen dueño: son cada uno de los peruanos que gane medallas, ya que es parte de una promesa hecha por el comité organizador.

Los siete países con mayor cantidad de atletas dominan cada una de las siete torres: Estados Unidos una, otra Brasil, Perú, Argentina, Canadá, Colombia y México.

En la Torre 1, la más cercana al comedor y al ingreso principal, se alojan los atletas de El Salvador. El enorme edificio fue casi tomado por asalto por los canadienses, que ocupan desde el piso 1 al 12 y se apoderaron del lobby y de los pasillos. Las hojas rojas de maple se multiplican en las paredes y en el ascensor, incluso instalaron una sala de recepción en una de los dos accesos al lugar.

Los salvadoreños están ubicados entre el piso 14 y 15, e inevitablemente tienen que atravesar la parafernalia canadiense, que también incluye niñas bonitas y deportistas musculosos. Incluso deben pasar por una improvisada sala de recuperación montada en un pasillo, donde los atletas canadienses recién llegados a Lima se someten a una sesión de presoterapia -se ponen una especie de pantalones inflables- con el fin de mejorar la circulación sanguínea.

De tanto cruzar territorio canadiense, los salvadoreños han sacado provecho: más de una vez reciben barritas de cereales o algún pin, como Julio Acosta, de bowling, que los luce en la cinta de su credencial.

Torre 1

Cada piso cuenta con ocho apartamentos de entre 70 y 75 metros cuadrados. Estos, a su vez, tienen 3 dormitorios, una sala y 2 baños. En los pisos 14 y 15 está instalada la delegación de El Salvador y todos los deportistas comparten apartamento, lo cual genera “algunos lógicos inconvenientes domésticos”. Por ejemplo, el triatlonista Ricardo “Chapu” García comparte con Roberto Hernández. “Chapu se puso a armar su bicicleta a la madrugada y me despertó”, comentó el arquero, en son de broma, porque si algo hay en el grupo es armonía.

Al tenista Tito Alvarado, que llegó a Lima después de la medianoche cargado de maletas, le costó entrar al cuarto que compartía con Kyle Johnson y Lluis Miralles. “Las llaves las tenían ellos. Llegué a la villa como a las tres de la mañana, les tocaba timbre, les golpeaba la puerta y no se despertaban… Son de sueño pesado, tuve que esperar un montón para que me abrieran”, contó Alvarado. El cuarto más congestionado es el 1402, donde conviven las ocho mujeres de tiro.

Si bien los apartamentos son maravillosos, es verdad que no se caracterizan por su calefacción. El frío es el denominador común en cada rincón de esos 75 metros cuadrados. Pero el tema recurrente de conversación, y de donde han surgido varios “falsos expertos”, es en la graduación exacta de los grifos de la ducha. El agua de los apartamentos tiene la particularidad de convertirse de helada a hirviendo, o viceversa, en menos de lo que una Ferrari pasa de 0 a 100 k/h. Congelarse o quemarse es casi cuestión de rutina y ningún método, ni siquiera los que ofrecen los falsos profetas, parece funcionar para alcanzar un punto intermedio.

Otro punto de discusión fue el edredón de las camas. Tanto en los Panamericanos Toronto 2015 como en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, el cubrecama era una especie de recuerdo que el atleta podía llevarse a su país. En este caso no, ya que circula un hashtag #NoTeLlevesElEdredon que explica que una vez acabados los Juegos serán donados a unas comunidades carenciadas del Perú donde el frío azota aún más fuerte. “Qué lástima, son muy bonitos, yo tengo el de Toronto”, dijo Pepe Vargas, de vóleibol playa.

Gimnasio y misa

La Villa Panamericana es una ciudad en sí misma. Es solo exclusiva para los casi 8,000 atletas y oficiales. Solo se accede atravesando un sofisticado sistema de seguridad que incluye escaneo de la credencial y de todas las pertenencias. Tiene clínica, gimnasio, piscina climatizada, farmacia, supermercado, varias salas de entretenimiento, canchas de baloncesto y fútbol y hasta un centro religioso donde hay misa y servicios de varias religiones. “Yo he ido a misa allí, tenemos todo a nuestro alcance”, contó Josselyn Alabí, de SUP surf.

Incluso hay clases de yoga por las mañanas, cursos de pinturas y otras actividades para distender al atleta. Melissa Mikec, de tiro, es una asidua visitante al gimnasio. Su compañero Jorge Pimentel, en cambio, aprovechó para disputar varios duelos de tenis de mesas con sus colegas chilenos.

A diferencia del calor de los Centroamericanos y de los Juegos Deportivos Centroamericanos Caribe Barranquilla 2018, en Lima hace frío porque la competición se desarrolla en pleno invierno del hemisferio sur. Eso perjudica en muchos aspectos, pero favorece en uno: la ropa dura más sin ensuciarse. Aun así, cada atleta dispone de dos bolsas tipo red, una blanca y otra negra, donde va introduciendo la ropa sucia para llevarla a la lavandería, un servicio gratuito que ofrece la villa. Uno deja las bolsas, una con indumentaria blanca y otra con el resto de colores, y a las 24 horas las puede recoger.

Para todos los gustos

Un punto de encuentro inevitable es el comedor. Es lo más parecido a un hangar donde se estacionan los aviones, una carpa gigante con capacidad para unas 5,000 personas que luego de correr 20 kilómetros, levantar más de 100 kilos o de entrenar por tres horas llegan como leones hambrientos a recuperar energías. No hay límite de ingreso y uno puede llenar su bandeja las veces que desee. Ahí nadie tiene privilegios, uno puede ver a los basquetbolistas Luis Scola (ex Houston Rockets, oro con Argentina en Atenas 2004) y Facundo Campazzo (base argentino del Real Madrid) a la par de Bryan Pérez o Julio Salamanca.

Dentro del comedor, que funciona casi 24 horas, el atleta tiene cuatro estaciones de comida. Una, ubicada en el centro, tiene sopas, panes y servicios básicos como sandwichs, postres, frutas, ensaladas, lácteos y cereales. Detrás de eso hay otras tres. A la izquierda está la italiana, con sus especialidades en pasta y pizza, donde la especialidad de pepperoni gana por goleada. Al centro, la estación de carnes: cerdo, res, pollo, pescado y hamburguesas, más sus respectivos acompañamientos. Y a la derecha, la de especialidades peruanas, con platillos típicos como causas. Dentro del comedor es muy fácil identificar a los salvadoreños (Team ESA), no solo por el color azul sino porque son los únicos, junto con Estados Unidos (Team USA), que usan indumentaria Nike.

Dentro la Torre 1 -donde además de Canadá están Guatemala, Trinidad y Tobago, Costa Rica y Honduras-, El Salvador ha instalado sus oficinas en el apartamento 106, en la plata baja. Allí funciona el consultorio médico, a cargo del doctor José Armando Mejía, y también la sala de fisioterapia, donde Esmeralda Sánchez atienda a cada uno de los atletas que buscan un masaje reparador o recuperar sus músculos después de un día agitado. También hay una sala de reuniones, una oficina administrativa y una sala de prensa.

En fotografías, nadie le gana a Julito Acosta, de bowling: una auténtica máquina de postear fotos en Instagram. En ese sentido, el rótulo de Lima 2019 con letras gigantes es el objeto donde todos quieren tomarse una foto. Para muchos, como la pesista Caren Torres, es su primera experiencia en una villa y todo es sorpresa: todo es motivo de foto o video. “Es increíble porque uno comparte estos momentos con deportistas de todo el continente”, contó la pesista de Chalchuapa en su primera salida a Sudamérica.

El Salvador vive en la Villa El Salvador. Y a pesar del frío y la distancia, se siente como en casa.

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